domingo, 13 de septiembre de 2009

Sobre criticar o corregir a la Iglesia...


Relacionado con lo acaecido recientemente con el Obispo de Málaga: en la que através de los medios (sobre todo de la red) se ha propagado una serie de opiniones y comentarios a raíz de una decisión en su diócesis sobre el motu propio de la misa promulgado por Benedicto XVI; traigo acá unos comentarios sacados literalmente de un artículo publicado en el blog motupropio de la página de información infocatólica, porque me parecen muy interesantes:


¿Hasta qué punto se puede arremeter contra un Obispo? Hasta donde se roce el bien de la Iglesia. Y esto considerando que hubiera justa materia para criticar a un Obispo, que debe de haberla. La “modernidad” ha perdido aquel característico temor reverencial que imbuía las relaciones padre-hijo en la familia y obispo-fiel en la Iglesia. Ya no son las cosas así, y el niño replica al padre y el padre se siente cuestionado por el hijo; y lo mismo - en parecido sentido - en la Iglesia, con mucha más incidencia y efecto.
¿Es justo? Puede serlo. ¿Es necesario? Algunas veces. Pero otras, la mayoría, convendría encontrar otros “cauces” que no derivaran en confrontación, mucho menos cuando esta pueda aparecer como cierta “desautorización” o “descrédito". La
pérdida/crisis del concepto de autoridad, tan característica de la cultura post-moderna, no debe afectar a la Iglesia porque la Iglesia se fundamenta y constituye en la autoridad, una autoridad sagrada que dota de especial dignidad efectiva a la jerarquía sacerdotal
(y en otro sentido al padre y la madre en la familia). Por eso hay que “medir” con cierto escrúpulo el alcance de una crítica, para que no sea dañina ni contradiga el espíritu cristiano.
Por otra parte, es una enseñanza del Señor la obligación de la corrección fraterna, que no excluye al superior que yerra y que puede ser legítima y caritativamente corregido por su inferior en grado. Stº Tomás de Aquino enseña admirablemente en la Suma que la corrección fraterna es acto de caridad y obra de misericordia, y que ncluye al superior (cfr. ST II-II q.33).
Cabe resaltar que las críticas y las opiniones se han vertido (en este caso) principalmente por personas de Iglesia, católicos creyentes, practicantes e incluso con una vida espiritual grande; por lo que creo que debemos pensar cuánto valoramos nuestros comentarios, opiniones y pensamientos sobre la Iglesia. Lo que pensamos interiormente y lo que manifestamos, y también en cómo lo hacemos. Y si valoramos también la repercusión que tendrán nuestras palabras (así como parece que lo hacemos con nuestras acciones...).

Internet nos ha propiciado infinidad de medios para estar al corriente de lo que pasa en el mundo, pero no sólo nos permite conocer la información, si no también divulgarla y divulgar también nuestros pensamientos y opiniones. Fomentémoslo de manera correcta y positiva de manera que tanto unos como otros recibamos sólo ayuda y crecimiento personal y comunitario.

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