lunes, 2 de junio de 2008

Laicismo excluyente

Excelente artículo que nos envía Mariano. Recomendamos su lectura (aunque sea larga) completa:

Ante las últimas y reiteradas actuaciones laicistas en el entorno escolar, manifiesto en primer lugar mi rechazo al laicismo excluyente y sectario, que pretende eliminar la asignatura de Religión en los centros de Educación Infantil, Primaria y Secundaria, pues entiendo que los que lo promueven se exceden de sus competencias, actuando bajo intereses políticos que deberían ser ajenos al orden educativo, jurídico, institucional y político.

En el orden educativo…

Obrando así violentan el orden educativo, el cual requiere una visión holística de la cultura, integradora de todos los conocimientos, la cual necesita el conocimiento explícito y público de las religiones para contribuir a una visión integradora, que evite la actuación excluyente a la que conduce la supresión de determinados saberes.

Por ello las dos cuestiones fundamentales que tendría que afrontar este tipo de laicismo son:
1º.- Reconocer, sin prejuicios, el estatuto epistemológico que posee la asignatura de Religión; y
2º.- Permitir su estudio en la escuela, sin discriminaciones, independientemente de la ideología que profese el gobierno de turno.

Al respecto, tenemos el reconocimiento del boletín CIDE, de diciembre de 2001, nº. 8, que desarrolla el tema que nos interesa con el título: “La Enseñanza de la Religión en la Unión Europea y la Conferencia Internacional Consultiva sobre la Educación Escolar, en relación con la Libertad de Religión, de Convicciones, la Tolerancia y la no Discriminaciónhttp://www.mec.es/cide

En el orden jurídico...

Veamos, en primer lugar, lo esencial de la enseñanza escolar de la religión en relación con el orden jurídico. Nuestro orden jurídico no reclama la obligatoriedad de la asignatura para todos, sino que establece la obligatoriedad de su oferta curricular por parte del Estado para ir al encuentro de la persona que ejercita el uso de libertades, derechos y deberes al elegir una educación acorde con su conciencia y convicciones.

Pero, ¿qué derechos y libertades? Pues los reconocidos por las instituciones internacionales. Baste recordar aquí los que reclama Naciones Unidas y tienen su reflejo en la Constitución Española. Son derechos y libertades reconocidos por el Estado Español a las distintas comunidades religiosas con las que ha establecido pactos, pactos que debe cumplir (Pacta sunt servanda).

No existe, pues, duda de que el orden institucional español ofrece una asignatura plenamente curricular; y que es competencia de las instituciones educativas llevar a cumplimiento los deberes que el estado de derecho, en el ejercicio de un buen gobierno, debe perseguir: la consecución del Bien Común. De este modo es como el gobierno de la nación cumple con las tareas que le son propias, por medio de sus organismos intermedios: crear y permitir el desarrollo de las condiciones necesarias para alcanzar ese Bien Común, el cual “es el conjunto de condiciones de la vida social que permite que las asociaciones y cada uno de sus miembros alcancen, de manera más fácil e íntegra, la perfección que les corresponde”. Pues bien, una de las condiciones para lograrlo es precisamente el desarrollo de la dimensión espiritual de la persona; de donde se deriva la necesidad de que ésta sea educada según la propia Religión. La consecución del Bien Común tiene que dejar de lado los intereses partidistas; y, si el Gobierno no garantizara esa faceta de la formación humana, mutilándola ¿en base a qué derecho lo haría? ¿No sería ése un ejercicio dictatorial de su autoridad?

En el orden político…

En el orden político, la cuestión se plantea respeto al pluralismo en los centros educativos. Desde luego habrá que plantearse el cómo ser pluralista en una posible escuela laica -que no laicista excluyente-. Sin embargo, no es tan difícil. Se es pluralista cuando se conoce, respeta y aprecia la diversidad; y cuando se permite una convivencia serena entre “los diferentes”, los que piensan de modo diferente. (Esto es lo “laikós"=perteneciente al pueblo).

Pero cuando el laicismo excluyente actúa dentro de los centros educativos, hace política; lo cual no debería aceptarse pues la política la deben ejercer los políticos en el Parlamento. Por lo tanto, los manifiestos y acciones laicistas deberían retirarse de las escuelas. Además estoy segura de que muchos ciudadanos coincidirán conmigo en afirmar que no sería digno de una escuela o instituto, -centros educativos, que se precien de ser tales-, censurar alguna asignatura de saberes objetivos, bloqueando así las mentes de sus alumnos y haciendo políticas de partido.

Interrogantes al laicismo.

Por lo tanto, el laicismo excluyente necesita afrontar con rigor algunas cuestiones, ya conciliadas por la mayor parte de nuestra sociedad, con el fin de poder aceptar la libertad de ser educados según la propia conciencia y religión. Así conseguiríamos evitar los errores que una verdadera y objetiva memoria histórica nos muestra. Y recordemos, también con rigor histórico, la riqueza aportada por los católicos, -incluidos miembros de la jerarquía de la Iglesia- que reclamaron y defendieron los derechos y libertades fundamentales en tiempos del franquismo y la transición a la democracia.

Pero todavía le queda al laicismo excluyente una cuestión: la de encontrar las justificaciones objetivas que empujan al laicismo a manifestarse de ese modo partidista. ¿O acaso el laicismo sectario nace de cuestiones personales que todavía no han resuelto? ¿O bien es que actúa bajo el miedo? Pero, si es miedo, ¿miedo a qué?

* ¿Es miedo a que, a través del estudio de la asignatura de Religión, la persona desarrolle un pensamiento crítico, adquiera claves de sentido y se posicione ante un concepto de persona y de sociedad que se orienta a un determinado modo de ver la cultura? ¿O es que lo que toca ahora es crear personas acríticas y volátiles, que busquen y mantengan intereses privados?

Y continúo con otras cuestiones que me suscita este tema:

* ¿Qué le pasaría a la sociedad si la persona, mediante los saberes religiosos, adquiere una mente crítica, un actuar desinteresado y una denuncia social que desenmascara los intereses de los más fuertes, proponiendo la construcción de sociedades más fraternas, tolerantes y justas, mirando hacia los que más sufren de la tierra y actuando con urgencia y determinación, con radicalidad cristiana? Porque esto es lo que se aprende con las enseñanzas sociales de la Religión Católica.

* ¿Acaso la enseñanza de la Religión Católica es el problema fundamental de nuestra nación, región o centros educativos? ¿O, más bien, el problema fundamental que tiene nuestro mundo educativo es la mala gestión de los gobernantes? Leamos, a este propósito, los distintos informes que sitúan a España en mínimos, y no por culpa de la Religión.

* Además, ¿es que alguien está obligado a cursar la Religión en la escuela? Y, Si no es así, entonces, ¿a qué vienen esas posturas, maniobras y obstáculos?

* Quizás olvidan que la enseñanza de los saberes de la Religión en la escuela tiene su propio estatuto epistemológico. ¿Y no es una de las finalidades educativas obtener conocimientos objetivos?

* ¿Por qué algunos sindicatos, plataformas, asociaciones..., no se dedican a dignificar la asignatura de Religión, reconociendo su estatuto, de una vez por todas; y a dignificar la situación laboral de quienes la imparten? ¿No sería más bien ésta su tarea?

* También se rechaza que la educación en saberes de la Religión se efectúe con dinero público, ante lo cual me pregunto: ¿Con qué dinero se están subvencionando los partidos políticos, los sindicatos y sus ideologías? ¿No pagan también sus impuestos los padres de los alumnos/as que quieren cursar Religión?

* El laicismo excluyente acusa a los profesionales de la enseñanza de la Religión de adoctrinadores. Pero, ¿no es el mismo laicismo excluyente un modo de adoctrinamiento?

* Y, -para mayor descaro-, es bien sabido que en algunos centros educativos públicos el adoctrinamiento lo están llevando a cabo profesores de otras disciplinas. ¿Con qué derecho? ¿Por qué no eliminar entonces del currículo escolar también las asignaturas que imparten los profesores que adoctrinan? Si el laicismo no acepta estas acusaciones, nosotros tampoco las suyas. ¿Y acaso no se da adoctrinamiento en los “púlpitos públicos” de algunas televisiones, medios de información escritos, universidades, escuelas, partidos políticos, asociaciones y plataformas?

* Y a nuestro gobierno, promotor de una “Alianza de Civilizaciones”, habría que decirle: ¿No le conviene vigilar para que no se fracture la nuestra propia?

* Además deberían preguntarse los que acompañan al laicismo si se conoce de verdad la riqueza cultural de la Iglesia católica o, más bien, se habla por “sentito dire”, sin haber profundizado sus escritos, sin conocer profundamente su tarea y sin haber llevado a cabo una investigación objetiva. Porque me parece que cuando se critica de forma negativa e insistente artículos de actualidad de teólogos y pensadores católicos, de papas... ¿no es cierto que se critican “a priori”, sin haberlos leído con objetividad, teniendo presente el contexto donde se enmarca su escrito, génesis, desarrollo y finalidades? Los artículos a los que me refiero ¿se suelen analizar y desmenuzar sin prejuicios? ¿Podemos entablar un debate “en condiciones” sobre el contenido de un estudio teológico? ¿Se puede afirmar que todo lo que exponen esos artículos y documentos es “malo”, “falso”, “negativo”? ¿Acaso no tenemos libertad para adherirnos a otros planteamientos si éstos no interesan o gustan?

* Al parecer se olvida la rica aportación cultural realizada por los papas en sus “Encíclicas sociales y políticas”, donde se denuncian con rigor intelectual las causas que generan opresión, pobreza, hambre, miseria, guerras... Y se olvida también la tarea social de la Iglesia, que dignifica a las personas más necesitadas, incluso arriesgando la vida en situaciones de conflicto.

* Nadie niega que la Iglesia Católica también comete errores, tiene sus límites y no carece de defectos. Pero, ¿no es más humano y justo aclarar cuestiones, sumar en lugar de dividir, unir en lugar de enfrentar, construir en vez de destruir?

* Porque está bien claro que el laicismo excluyente se dirige especialmente contra la Iglesia católica. Y yo me pregunto: ¿Sólo comete errores esta Iglesia? ¿Las demás instituciones y personas no los cometen ni tienen defectos ni limitaciones? ¿Tampoco cometen errores los gobernantes, partidos, sindicatos, plataformas?

Conclusión.

Si el laicismo excluyente no puede fundamentarse recurriendo a motivos culturales y educativos, si tampoco puede justificar su presencia en la Escuela a causa de proyecciones políticas, si no concede al Estado de Derecho la libertad que necesita -ejercitada en los organismos intermedios- para trabajar por el Bien común de todos los ciudadanos, si su política no es capaz de afirmar el pluralismo; entonces sólo me queda pensar que la exclusión que solicita el laicismo excluyente procede de percepciones y decisiones subjetivas; y habrá que reconocer entonces que su estrategia excluyente está mal fundamentada, porque ha cerrado las puertas al razonamiento objetivo.

Es necesario aprender de la Historia y dejar que la Escuela, y los centros educativos, traten de no perder la frescura de la que disfrutan cuando avanzan hacia el futuro. Evitemos encerrar a la Escuela en las filas del pasado para que no enajene su tarea original y constitutiva: “La formación y desarrollo integral de la persona humana”.

Sólo queda, pues, remarcar que la asignatura de la Religión en la Escuela es un derecho y deber fundamental, en el ejercicio de las libertades. Si ello no se permite, constataríamos que en el mundo educativo todavía no se reconocen ni respetan los derechos y libertades más elementales de la persona. Y sobra decir que me refiero a una asignatura que transmite “saberes”, que no es adoctrinamiento o catequesis, -como quieren afirmar quienes no conocen a fondo la asignatura de Religión ni la tarea de los profesionales que imparten esta disciplina, con su libertad de cátedra-. Por lo que se ve, hay quienes ni conocen su tarea, ni su personalidad, ni su perfil académico, ni su compromiso social, probablemente más radical que el de otros que se presentan “de izquierdas”. Y sobra decir también que es una necesidad connatural a la persona el formarse según su propia Religión.

Julia Gutiérrez Lerones, 26 de Mayo de 2008

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