Creo que casi todo el mundo ha asistido alguna vez a una Misa en la que llegado el momento
de la Comunión, el celebrante decide, normalmente de manera unilateral, no
repartir la comunión y delegar en otro concelebrante o en un religioso-laico la
distribución de la misma.
Otras veces incluso, cuando el número de participantes en la
celebración es reducido, la patena e incluso el cáliz, quedan dispuestos en el
altar a que cada cual se “sirva”.
Estos puntos sobre la auto-comunión son los que pretendo plantear en este
artículo como el primero de una serie que espera dar mediante
respuestas ya ofrecidas en la Iglesia, un poquito más de sentido a las cosas que se ven y se
hacen diariamente en la Misa.
El punto 94 de la Instrucción Redemptionis Sacramentum
de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos
recuerda que: «No está permitido que los fieles tomen la hostia consagrada ni
el cáliz sagrado «por sí mismos, ni mucho menos que se lo pasen entre sí de
mano en mano». En esta materia, además, debe suprimirse
el abuso de que los esposos, en la Misa nupcial, se administren de modo
recíproco la sagrada Comunión.»
Creo que en este sentido queda bastante claro qué es lo que
está permitido y qué es lo que no. Pero, ¿por qué?. Miremos más.
En este artículo
se explica estupendamente la historia de la recepción de la eucaristía y los
pros y contras de uno y otro modo. Pero principalmente llama la atención la
sensibilidad que muestra para determinar que no se trata de “coger, sino
recibir” y transcribo:
Hay un aspecto que sí vale la pena subrayar:
no es lo mismo "coger" la comunión con la mano que "recibirla"
del ministro. El recibir los dones de la Eucaristía, el Cuerpo y Sangre de
Cristo, de manos del ministro (el presidente o sus ayudantes) expresa mucho
mejor la mediación de la Iglesia. Los sacramentos no los cogemos nosotros, sino
los recibimos de y por y en la Iglesia. La comunión no debe convertirse en un
"self-service", sino una celebración expresiva no sólo del sentido personal
del don sino también de su dimensión comunitaria. [...]
No es, por tanto, un modo expresivo de realizar el
rito de la comunión el que el sacerdote deje sobre el altar la cesta o la
patena con el Pan eucarístico y se vaya a sentar, dejando que los fieles lo
tomen ellos mismos. Es mucho más transparente de lo que es la Eucaristía el que
él mismo -y si hace falta con la ayuda de otros ministros- distribuya la comunión.
Es Cristo el que nos da su Cuerpo y Sangre. Y el presidente es en la
celebración su signo visible, el que hace sus veces.
Cabe señalar tal y como nos recuerda Dennis C. Smolarski [3] que «una de las funciones clave del celebrante es proclamar la Plegaria Eucarística, lo cual lleva consigo otra acción relacionada a la misma que es la distribución de las especies sagradas. En este punto es necesario destacar cómo la instrucción Inaestimabile Donum de 1980 pone en tela de juicio la práctica adoptada en alguna que otra iglesia de sentarse el celebrante durante la Comunión de los fieles mientras un ministro laico se encarga de esa "tarea menor que el sacerdote no tiene por qué hacer". De hecho la instrucción dice enfáticamente (n. 10) que "muestran una actitud represnible aquellos sacerdotes que, aunque presentes en la celebración, se abstienen de distribuir la Comunión y dejan esa tarea a los segrares.»
En este sentido se encuentra lleno de significado el diálogo ("Cuerpo de Cristo. Amén") que da sentido al rito.
En los mismos términos el artículo citado habla sobre el pasar la patena con el Pan entre los participantes de la Misa:
La Eucaristía no es un hecho meramente personal
(cogerla cada uno) ni tampoco sólo un gesto de fraternidad (pasarla uno a
otro): sino un sacramento de comunión eclesial que también incluye la mediación
vertical por medio de sus ministros. [...]
Sea cual sea la forma exterior del rito, lo que de
veras importa es su finalidad última: que el cristiano que comulga entre en sintonía
agradecida con el Don de Cristo, que responda interiormente, con fe y amor, a
la donación del Cuerpo y Sangre de Cristo. Y que exprese que esto sucede en el
ámbito de la acción eclesial, no sólo en clave de devoción personal.
¡Cuánto de ésto último debería tenerse en cuenta en tantas celebraciones comunitarias que se realizan en la Iglesia! Y es que con toda la buena intención del mundo, procuramos acercar el misterio a la gente para que tenga una experiencia personal y lo que hacemos es cambiárselo y edulcorárselo, alejándolos de la experiencia real y comunitaria que en verdad supone el Santo Sacramento.
CONGREGACIÓN PARA EL CULTO
DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS. INSTRUCCIÓN REDEMPTIONIS
SACRAMENTUM. Sobre algunas cosas que se deben observar o evitar
acerca de la Santísima Eucaristía